miércoles, 1 de diciembre de 2010

VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO

Marianela Rago murió asfixiada, golpeada y prácticamente decapitada por el corte que sufrió en la garganta con una cuchilla de su propia cocina. Tenía rastros de haberse defendido, los brazos cortados, la ropa rota y en la casa faltaban algunas pocas cosas.

Vivía en un departamento de dos ambientes con su hermano Matías. Oriundos de Tierra del Fuego, hacían vida de jóvenes estudiantes en la Capital: salían, conocían gente, tenían grupos de estudio y todas las semanas se reunían con su grupo de Río Grande, la ciudad donde crecieron.

Durante el último año de secundaria, Marianela estuvo de novia con Francisco Amador. El era su preceptor en el colegio Cierg. Pero cuando terminó la escuela ella y su hermano vinieron a Buenos Aires como muchos de sus amigos. Francisco también: trabajaba en una empresa de sistemas en San Isidro. Según amigos de Marianela, él vino sólo para controlarla a ella, quien lo denunció en los primeros meses de noviazgo por lesiones. Esa causa fue archivada y nadie, excepto una de sus mejores amigas, dijo conocer este dato.

Cuando Marianela apareció muerta, la relación había terminado casi 10 meses atrás. De hecho, sus compañeros en la escuela de periodismo ETER ni siquiera sabían de esta relación. Sólo dos de sus más antiguas amigas estaban al tanto de que él la había amenazado, la perseguía y hostigaba y la había golpeado. Las marcas de esos golpes se hicieron visibles el año pasado. Maquilló la causa de esas heridas con un argumento común: se había caído en el baño. El guión de la violencia de género se cumplía letra a letra. El ex novio, como tantos hombres violentos, desplegó toda su artillería en privado, generando un uno a una difícil de descifrar por el entorno y convenciendo al resto de que es un ser sociable y, muchas veces, encantador.

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